21 noviembre 2005

El Hermano Boticario


El autobús de Leodegundia ha recorrido últimamente tierras Burgalesas, y ha hecho un alto en el camino para admirar "la botica" de Ximeno. Me fascinan esas boticas antiguas. Recordé la del Monasterio de Santo Domingo de Silos. Y su "rebotica", donde se elaboraban las mixturas de hierbas que constituían toda la farmacopea de la época.
En la alta Edad Media, la medicina era practicada básicamente en los Monasterios. Sus boticas, contaban tanto con las plantas medicinales -que los propios monjes cultivaban- como con los secretos de sus propiedades curativas.


Hoy recreo aquí un día cualquiera en la vida del hermano boticario.


Aún no había sonado el canto del gallo. Ni la luna había comenzado a palidecer. Pero ya el toque de “maitines”
vino a romper su sueño, por lo demás ligero. Eran ya muchos años. Le había costado, pero ahora estaba ya acostumbrado. Supo que debería darse prisa. En no más de diez minutos debería estar con sus hermanos en el coro para la primera oración del día. El ambiente frío y húmedo, hace años estimulante, ahora le molestaba sobremanera. Pero no había tiempo para entregarse a las lamentaciones ni a la indecisión.

Abandonó precipitadamente su jergón, duro y austero, y frotó enérgicamente su cara con el agua a punto de hielo de la vieja palangana, que se integraba como un mueble más en el ambiente frío de su celda. Su hábito de monje, áspero y burdo, no le aportó mucho calor.

Lanzó una última mirada al crucifijo que colgaba en la cabecera. Era la única concesión al adorno en aquellas cuatro paredes de gruesos muros que le servían de celda. “Ora et labora” recordó. Y aquella mirada amorosa fue como una primera oración.

Había llegado al Monasterio treinta años atrás, cuando su padre confió en que al amparo de los monjes tendría un mejor futuro que el que su escaso pecunio podría proporcionarle. Sus hermanos mayores no habían corrido mejor suerte permaneciendo en el hogar y, ahora, adultos, se ocupaban como antes su ya difunto padre en arañar en tierra ajena cuatro mendrugos con que alimentar a su familia.

Al menos él, no se vestía con harapos, comía caliente todos los días, era capaz de leer las Sagrada Biblia y las lecturas piadosas en el refectorio, y los libros sobre remedios medicinales y mixturas de hierbas. Incluso había aprendido algo de matemáticas bajo la tutela del Hermano Ecónomo que le había tomado cierto cariño cuando descubrió que aprendía con facilidad. Había trabajado mucho, sí, labrando el huerto del Monasterio cuando más joven. Ahora, ya añoso, estaba liberado de trabajos pesados. Ahora se ocupaba en la recolección de hierbas medicinales y en la elaboración de mezclas que procuraran la salud o aliviaran el dolor. Remedios que servían tanto para mitigar las dolencias de los propios hermanos, como para colaborar en el sostenimiento del Monasterio con lo que percibían por prescribirlas a los fieles, que llegaban hasta allí pidiendo remedio también para los males del cuerpo. Ahora conocía como pocos todas las virtudes medicinales de las plantas. Y la botica no tenía secretos para él. Era su reducto.

Terminada la oración, el refectorio le ofrecería el reconfortante primer alimento del día. Pero no, no pensaría ahora en eso, debía concentrarse en orar. Oración y trabajo. Ahora era momento de oración.

Ya confortado en el refectorio, se dirigió sin demora a la botica. Matraces y almireces, tarros perfectamente nominados y ordenados, calderos, mangas de colar. El hogar encendido, dispuesto para las cocciones de las hierbas elegidas. Su ayudante, un hermano novicio, se encargaba de que todo estuviera dispuesto. Y, al menos allí, no sentía ese frío que últimamente le molestaba tanto.

La oración previa al almuerzo principal le llevó de nuevo al coro. Esta vez sonaban los salmos, en forma de monodia gregoriana, en aquellas voces graves y devotas que entonaban los rezos del mediodía. Le emocionaba especialmente este Ángelus.

Tomó pausado su asiento en el refectorio y, en silencio, comenzó a tomar el sencillo almuerzo. Alguna sopa caliente, verduras cortadas aquella misma mañana en el huerto monacal y algo de carne. Un hermano leía en voz alta en el enorme libro apoyado en el atril. Ora et labora. Almorzar también podía convertirse en oración si conseguía hacerlo con el pensamiento puesto en Él, agradeciendo al Todopoderoso los alimentos que por Su Gracia Divina llenaban cada día sus cuencos.

Pasear después por aquel hermoso claustro, compartiendo y departiendo con sus hermanos. O utilizarlo como medio que facilita la meditación en los meses de temperatura adecuada. Algunos hermanos, los más jóvenes, lo hacían incluso ahora, en invierno. Él no. Se retiraría a meditar en la soledad de su celda. El frío, riguroso y húmedo, hacía crujir sus huesos y no le permitía concentrarse convenientemente.

El caldero bullía de nuevo en la botica bajo su cuidado atento. Supervisó la labor de su ayudante, que se empleaba con fuerza en triturar una mezcla de especias. La mano del almirez golpeaba en el cuenco una y otra vez, produciendo una monotonía de sonido metálico. A él, aquel sonido, acompañado por el borboteante del caldero al hervir, se le antojaban acordes escapados de algún pentagrama mágico. Ora et labora. Él sabía orar siempre, convertía su trabajo en oración.

Llenó varios matraces con la reciente decocción, mientras aleccionaba con entusiasmo a su ayudante: “para el asma y la bronquitis, el gordolobo (Verbascum). El torvisco (Daphne), si el paciente precisaba un purgante; pero debería utilizarlo con cuidado porque su efecto era muy violento. El culantrillo de pozo (Adiantum) para facilitar la menstruación y para curar mordeduras de animales y, si se precisaba adormecer al paciente para amputar, el beleño (Hyoscyamus) conseguiría que el infortunado perdiera la consciencia el tiempo necesario”.

¡Con qué avidez absorbía aquél chico sus enseñanzas!. Él sería su sucesor al frente de la botica. Lo haría bien, estaba seguro. No había más que observar el empeño que ponía en cuantas labores le encomendaba. Y en la atención que dispensaba a todas sus explicaciones. Pensó que, de haber vivido allende los muros del convento, de haber formado una familia, de haber tenido un hijo, le habría causado honda satisfacción que éste fuera tan inteligente y tan noble como su joven novicio ayudante. Satisfecho, se entregó de nuevo a la oración con todos los hermanos. Era ya mediada la tarde.

La cena llegó, frugal y temprana como era costumbre. El Padre Prior anunció que: “...nuestro benefactor, el señor de la comarca, visitará mañana nuestro Monasterio y nos hará el honor de su compañía a la hora del almuerzo. Vendrá acompañado de su sobrino predilecto. Es su deseo que tome nuestros hábitos.Sé que será acogido por todos con el interés más fraternal. Por cierto, Hermano Boticario, desde mañana él será vuestro ayudante en la botica”.

El día había sido largo, era la hora de descansar.

22 comentarios:

yole dijo...

Para bien empezar el lunes me cuelo en tu rebotica...

Anónimo dijo...

Interesante y atrayente historia.
Ojalá que los modernos boticarios encuentren vacunas contra todo lo que duela.
Un abrazo

Anónimo dijo...

Es un relato delicioso, contado de la misma entrañable manera que si lo hubiera hecho el propio boticario.Se respira paz y hasta puedo imaginar la melodía del canto gregoriano ascendiendo...
Me ha encantado.En realidad tiene esa armonía que te caracteriza.Pasear por tu espacio es muy gratificante.
Un besín

Sujari Bejarive dijo...

Precioso almena. Pero, no lo veo claro... ¿tendrá dos ayudantes? ¿Le quitarán el que ya tenía y que tan bien trabajaba? No sería justo...

Anónimo dijo...

Pobre exayudante ya en esos tiempo habia "enchufados"

Un relato muy bonito, de amena lectura.

Me encanta ver esos botes en algunas farmacias de ahora, sé que son imitaciones, simples adornos, pero me gusta verlos.

Un abrazo

Anónimo dijo...

Ameno el relato, un beso...otro día comento con ´más tranquilidad...si me encargas un par de docenas de cajas de valeriana??? :P

Anónimo dijo...

Ora et Labora, sigue siendo la guía, y sigue la condición del Prior...dispone y al lado quedan las posesiones del monje. Preciosa reminiscencias

Ogigia dijo...

ehhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh, me encantaaaaaaaaaaaaaa, lo reconozco
un besooo

Anónimo dijo...

¡Qué bonito relato! Conozco Santo Domingo de Silos. Me parecía que estaba ahí con el boticario. ¿Dos ayudantes? Bueno, también veo que podrías hacer una blognovela....Tema muuuy interesante...No dejas de sorprenderme Almenita. Besucos de Andrea

Anónimo dijo...

...y qué gozada entrar en las modernas farmacias con regusto a botica y esas jarras antiguas, con el nombre latino de las plantas, expuestas en anaqueles de madera hecha vieja ex profeso.

Mmmm...extraordinarios aromas.
Saludos con vaporizador de eucaliptus.

almena dijo...

Bienvenido, Yole, a la rebotica... ¿qué infusión te apetece tomar? :-)
Un abrazo!
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Gracias, Toshiro. Así sea.
Besos!
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Marian :-) ¡gracias! por todo lo que dices. Y me encanta que te sientas a gusto por aquí.
Un beso!
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mmmm Panurgo... me temo que no siempre lo justo es lo que se decide hacer...
¡es que era el sobrino predilecto! me temo que eso ha funcionado siempre...
:-)
Besos!
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Trini son preciosos esos botes de farmacia ¿verdad? a mí también me gustan muchísimo. Los de Silos, auténticos, y todos con el escudo de la orden... una preciosidad.
Un besito
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Unda jajajaja andas algo estresada? tranquila que te envio unos kilitos de valeriana, sí.
Besos!
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¡gracias Muralla! no lo conozco. Pero he recibido la foto y debe ser una gozada pasar allí un fin de semana ¿verdad?
Un beso!
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Supongo que sí, Felipe, que así seguirá siendo aunque lo sea en forma menos cruda...
Un abrazo
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jajajaja Ogi ¡poetaza!
un abrazo grande
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Gracias, Gem@. Tengo que decir que estoy contenta de leer que os ha gustado.
Un besazo!
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Andrea, Silos es precioso ¿verdad?
No, no, sólo un ayudante. Yo creo que ganará el sobrinísimo...
;-)
Tú nos sorprendes a través de Dust y Dest.
Besos!
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qué bien, UnaMirada! el eucaliptus me ha hecho respirar amplio y fresquito!
:-)
Para ti un beso!

Aniwiki dijo...

Interesante post :)
Recuerdo que cuando iba al colegio en octavo fuimos de viaje de fin de curso a andorra y nos llevaron a un botica que era la más antigua de Europa, pero ahora no sabría decirte el lugar exacto donde estaba. Si la encuentro te lo hago saber.
Saluditos!

DINOBAT dijo...

Interesante blog tienes!, estaré pasando por aquí, saludos,



JD

yole dijo...

A beber te invito aunque sea martes, si tú me invitas al concierto de santa Cecilia en esa rebotica.
Besos

Anónimo dijo...

Almena eres la compañía perfecta para un viaje, este relato con el que nos amenizas hoy es, no sólo entretenido,si no aleccionador para poder entender un poco como se vivía en aquel entonces. Siempre que vea una farmacia antigua me acordaré de tí.
Disfruté muchísimo con él, te felicito.
Un abrazo

Anónimo dijo...

Lo que yo te decía: nunca sabes qué sorpresa vas a encontrar en este blog.

Un beso

almena dijo...

Saludos Aniwiki !
Sí, si te acuerdas ya me dirás...
Besos!
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Gracias, Maura.
También un besito para ti
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Bienvenido, dinobat
estaré encantada con tu visita
saludos!
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jajaja yole, ¡es verdad! hoy es Santa Cecilia! ;-) mmm pues habrá que organizar un concierto en la rebotica!

Un beso!
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Muchas gracias, Leodegundia. Me encanta que te haya gustado. Y también que pueda servir como recuerdo :-)
En realidad, ya ves que fue tu "agencia de viajes" quien lo originó...
Un beso
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aminúsculA
:-))
Un besito, preciosa

Grial dijo...

Interesante y didáctico !
Un placer leerte , un beso :)

Anónimo dijo...

Como siempre interesante.. me ha gustado mucho,, sin duda, el boticario se merecía descansar.. besos

almena dijo...

Gracias, Grial.
Para mí un placer verte aquí.
Un beso!
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Hola Natalia!
me alegra que te haya gustado :-)
Un besito!

thirthe dijo...

siempre me entró curiosidad por conocer la utilidad de las plantas y las hierbas medicinales. Mi abuela hacía uso de algunas. Cuánto daría por disfrutar de uno de esos huertos monacales!!

Anónimo dijo...

Casi llego con la edición cerrada. Lo pintas tan bien que dan ganas de entrar en el Monasterio, tan calentito...
Bueno, esa gente lo hacía por necesidad de sus padres. Otros lo hacían pensando encontrar mejor a Dios, en ese ambiente. Pero si nos han dicho que Dios está en todas partes, es más cómodo intentar encontrar al que llevamos dentro, ¿no?

Encantado de entrar en tu página
Un saludo