Una anécdota infantil. La escuché hace un tiempo en un programa de radio. Hoy la he recordado y vuelve a hacerme sonreir.
Al programa llamaban adultos contando anécdotas que les habían ocurrido con sus niños. Un abuelita contó:
“Mi nietecilla de 5 años nos hace pasar unos ratos malísimos. Es muy observadora, se fija en todos los detalles de las personas y, cuando algo le llama la atención, nos lo dice inmediatamente delante de quien sea: “abuelita mira que señor más gordo”, “mamá por qué esa señora tiene bigote”, .... etc. Claro, las miradas que despierta alrededor no son precisamente de simpatía.
Siempre le deciamos: “Cuando veas algo que tienes que contarnos, tú te lo guardas, lo recuerdas, y ya lo hablaremos cuando estemos en casa”. Pero siempre olvidaba esta recomendación y volvía a ponernos en esas situaciones en que desearías que la tierra te tragara.
Tanto y tanto le repetimos lo de “...ya lo hablaremos cuando estemos en casa” que, un día, en unos grandes almacenes habíamos comprado algunas cosillas y fuimos a la caja para pagar. La cajera (bueno, es verdad, no era muy agraciada), tecleaba los precios de los artículos y vi que mi nieta la observaba atentamente.... pero callaba. Afortunadamente callaba.
No hay comentarios:
Publicar un comentario